En La casa de la Buena Vida, la gente que ha salido de la heroína y de la calle es la que ayuda con su experiencia a los que vienen detrás
18.08.11
- 01:46 -
GEMA
MARTÍNEZ gemamar@diariosur.es | MÁLAGA.
Dice
Jesús Rodríguez 'El Chule' que Dios le habla, y la verdad es que al
visitar la Casa de la Buena Vida -el caserón en el que desde hace
tres años y medio acoge a toxicómanos en situación extrema- dan
ganas de creerle, porque pareciera que allí se suceden los milagros.
Antonio
García García, 46 años, 29 de los cuales se los ha pasado
recorriendo prisiones de todo el país: Daroca, Puerto I, Teruel,
Zamora, Herrera de la Mancha, Alcalá Meco, Badajoz, Cáceres 2, diez
años en El Dueso.... Heroinómano desde los años 70. Seis meses
limpio; los mismos que lleva en la casa, desde la que se ve su
barrio, La Palma-Palmilla, en donde dice que ha robado hasta a las
ratas.
Rafael
Maldonado 'El nervios', 45 años, 30 cumpliendo penas en prisiones.
Dice que si se pregunta por él en ese mismo barrio, dirán:
«¡Válgame Dios! ¡Pero si ese tiene que estar muerto!». «¡Pues
no está muerto; que está la mar de bien!», se responde, y luego
enseña los dientes que se ha puesto, iguales, blancos, perfectos.
Lleva seis meses en la casa. Lleva limpio esos seis meses.
María
Fajardo 'La Yuli', 40 años, 17 en prisiones. Dice que, menos
prostituirse y montar en globo, por costearse el vicio ha hecho de
todo. Tres años en la casa. Tres años limpia.
José
Miguel 'El Semi', 31 años, diez años de penas cumplidas, casi tres
años en la casa. Se ha quitado hasta del tabaco y ahora se encarga
de repartir la medicación y el trabajo en la casa y también
participa en el programa contra el absentismo escolar en la barriada.
En
el milagro que es la casa falta un hombre, al que todos recuerdan
constantemente y al que llaman 'El sando', por 'Sandokan'. Un caso
considerado perdido, con años y años de cumplimiento de condena y
que consiguió limpiarse en la casa, en la que llevaba un año como
referente para muchos. «Tenía una cosilla pendiente del 2008; algo
que casi había olvidado y se lo han llevado a la cárcel», dice 'El
Semi', que valora todavía más el esfuerzo que 'Sandokán' hace
entre rejas: «Está teniendo una fuerza de voluntad increíble. Es
un máquina y ha demostrado que vale mucho».
Entre
iguales
«Esta
casa funciona de la siguiente manera: la gente que viene de la calle,
una vez que ha salido, ayuda al que viene detrás. Es una mediación
entre iguales, y funciona». Antonio Villanueva, que hacía
documentales cuando conoció a 'El Chule', que quedó atrapado por
sus trabajos en el barrio y que se encarga de buscar recursos y
configurar teóricamente el proyecto, explica que el protagonista de
la inserción social es el propio sujeto de la inserción y que eso
lo llevan hasta las últimas consecuencias. Como un mantra. «Porque
qué coño sé yo lo que es estar en la cárcel; lo que es no comer
un día, orinarte en los pantalones, estar tirado», sentencia.
'La
Yuli' lo explica también: «Esto funciona por el amor que nos
tenemos. Yo he pasado por todo y cuando llega alguien nuevo sé por
lo que esa persona ha pasado, lo que ha vivido. También sé que
necesita recuperar muchas cosas que ha dejado en el camino. ¿Quién
mejor que yo puede saberlo? Puedo decirles: no te tires por ese
barranco porque yo ya me caí ahí. Yo le agarro a él y después él
no deja caer al que viene detrás».
Y
luego, cuando 'La Yuli', que ha hecho de todo menos prostituirse para
conseguir droga, va al barrio a cuidar a niños y ancianos; y cuando
'El Semi', que es de la calle Ebro y que ha robado a los vecinos, se
levanta a las siete de la mañana para despertar y recoger a los
chavales y llevarlos al cole, otros que están como estaban ellos
piensan que sí, que es posible salir después de tocar el fondo. «Es
-dice Villanueva- como si llevaran puesto un letrero de neón que
dijera: Hemos salido. Se puede. Se puede».
La
Casa de la Buena Vida está situada en una pequeña loma del monte
Coronado y mira a La Palma-Palmilla. Las grandes torres del barrio se
ven desde los 'miradores' naturales del exterior del caserón
rehabilitado y recuerdan constantemente que están ahí, que si
quieren volver a la droga no tienen más que bajar; pero esa
presencia continua, más que incitar al abandono tiene el efecto de
convertirse en un reto y de fortalecer la voluntad.
«Cuando
estamos mal; emparanoiados, nos venimos y nos sentamos aquí, desde
donde se ve el barrio. Comparas la vida de abajo; la vida que tenías
en el barrio: las peleas, los niños perdidos, la mujer tirada. Allí
no eres nada. Un trozo de trapo viejo. Sabes que aquí puedes ser
lavado, transformado, tendido de nuevo. Miramos al barrio y nos
quedamos aquí, viendo el panorama desde lejos», dice 'La Yuli'.
En
la Casa de la Buena Vida no hay barreras, pero si salen, cuando
entran deben someterse a 'un doping' (un análisis para detectar si
han consumido). Si da positivo no pueden volver a salir en dos meses
y si no quieren cumplir, el barrio y la otra vida que el barrio
conlleva les queda a un salto. Ellos eligen. Eso dicen que les
recuerda 'El Chule'.
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